El tema se llama Taion (que en japonés significa Temperatura...) del grupo Gazzette el cual lo dedico al personaje de la historia, un tÃtulo raro pero a medida que se adentren en la historia le encontraran sentido...
y ahora prosigo con la historia...
En noviembre de 1988, cuatro jóvenes (Miyano Hiroshi, 18 años en el momento del crimen; Jo Kamisaku -apellido adoptado tras su salida de prisión, de 17, Minato Nobuharu, de 16; y Watanabe Yasushi de 17) de Tokio raptaron y escondieron a Junko Furuta, una estudiante de bachillerato de su mismo instituto en la prefectura de Saitama (Misato) durante 44 dÃas
Torturas infligidas a Junko Furuta
1) Tenerla desnuda la mayor parte del tiempo.
2) Violarla todos los dÃas, uno o más de ellos, por vagina y ano. Invitar a miembros de la Yakuza a violarla. Más de 100 hombres la violaron un total de 500 veces. En una ocasión, 12 hombres en un mismo dÃa.
3) Golpearla a cada momento, una vez con palos de golf.
4) Al menos una vez: Estrellarle la cara repetidamente contra el piso de cemento.
5) Varias veces: Orinarle encima, los cuatro.
6) Fotografiar todo el tiempo las torturas.
7) Muchas veces: Antes de violarla, obligarla a masturbarse delante de sus captores o sus invitados, mientras éstos tomaban cerveza.
8) Muchas veces: Introducirle objetos en la vagina, incluyendo una botella y una barra de hierro, lastimándola.
9) Negarle el agua y la comida.
10) Al menos una vez: Al pedir comida y agua, hacerle comer cucarachas vivas y beber su propia orina.
11) Al menos una vez: Insertarle un aparato pirotécnico en el recto y encenderlo, causándole graves quemaduras.
12) Amputarle el pezón izquierdo con un alicate.
13) Una vez: Atarla de pies y manos, acostarla boca arriba, y dejarle caer mancuernas en el estómago.
14) A raÃz de las graves lesiones, hacerle perder el control de los esfÃnteres.
15) Castigarla cada vez que se orinaba.
16) Una vez: Romperle todos los huesos de una mano a pisotones.
17) Una vez: Introducirle tijeras y pinzas para pollo rostizado en la vagina, desgarrándosela.
20) Una vez: Colgarla del techo y usarla como bolsa para practicar boxeo.
21) Una vez: Meterla varias horas en un congelador
22) Una vez: Quemarle los párpados con cera caliente.
23) Al menos una vez: Clavarle docenas de agujas de coser en los pechos.
24) Una vez: Quemarla en la vagina con cigarrillos, y en el clÃtoris con encendedores.
25) Una vez: Insertarle en la vagina una lamparita caliente, que se rompió adentro.
--Muerte: Los cuatro la golpearon salvajemente con una mancuerna, le quemaron un ojo con una vela, le rociaron la cabeza, tronco y extremidades con un lÃquido inflamable, y le prendieron fuego.
Junko Furuta nació en 1972 en Saitama, prefectura de Misato (Japón). Hija de una familia de trabajadores japoneses, su humilde origen no le impidió sobresalir en las diversas actividades que realizaba. Era una estudiante destacada y cultivaba un amplio número de amistades entre sus compañeras de colegio y algunos vecinos.
No era igual con sus compañeros; muchos de ellos guardaban resentimiento por Furuta, ya que era una chica sencilla que no participaba de algunas de las diversiones que ellos acostumbraban. No querÃa relacionarse sexualmente con ninguno de ellos, ni siquiera tenÃa novio, no consumÃa alcohol ni drogas, y no frecuentaba los sitios de diversión de los que ellos gustaban.
Uno de sus compañeros de colegio era Miyano Hiroshi, de dieciocho años, quien sentÃa una fuerte atracción no correspondida por Junko Furuta. Hiroshi además era un joven miembro de bajo nivel de la Yakuza, la temible Mafia Japonesa. Nadie se metÃa con él, ni en el colegio ni afuera de él, pues tenÃa fama de violento.
Miyano Hiroshi
El 22 de noviembre de 1988, cuando Furuta tenÃa dieciséis años, Hiroshi y tres amigos suyos le dijeron que necesitaban hablar con ella en privado. Furuta accedió por temor y los cuatro estudiantes la subieron a un automóvil, llevándola a la casa de los padres de
Minato Nobuharu
otro de los secuestradores, quien contaba con dieciséis años. Los otros dos plagiarios eran Jo Kamisaku, de diecisiete años, y Watanabe Yasushi, de diecisete años. Todos excepto Kamsaku eran originarios de Tokyo.
Una vez allÃ, los cuatro estudiantes amenazaron a Furuta: desde aquel momento, harÃa lo que ellos le ordenaran a la someterÃan a castigos. Furuta estaba aterrada. Lo primero que hicieron fue darle una golpiza, como castigo por no haber accedido a acompañarlos las veces que la habÃan invitado. Posteriormente, la desnudaron por completo, le tomaron fotografÃas y procedieron a violarla por turnos.
....Para evitar una investigación policial, Hiroshi obligó a la chica a llamar a sus padres y fingir que habÃa huido de casa, pero que se hallaba con "un amigo" y no corrÃa peligro. Cuando los padres de Nobuharu se encontraban en casa, Furuta tendrÃa que fingir que era su novia.
Los dÃas comenzaron a transcurrir. La amistad de su hijo con Hiroshi, el estudiante miembro de la Yakuza, hizo que los padres decidieran no llamar a la policÃa para reportar que su hijo tenÃa secuestrada a una joven en su propio domicilio. Nobuharu ya ni siquiera fingÃa que Furuta era su novia.
Ella intentó escapar en varias ocasiones y le pidió ayuda a los padres de su secuestrador más de una vez, pero ellos no hicieron nada por temor a las amenazas de Hiroshi, quien presumÃa de poder utilizar sus contactos en la Yakuza para matar a cualquiera que tratase de intervenir.
El cautiverio de Furuta durarÃa cuarenta y cuatro dÃas. Sin excepción, todos los dÃas fue violada por uno o más de sus captores. Luego, Hiroshi comenzó a llevar a otros miembros de bajo nivel de la Yakuza, quienes también violaron anal y vaginalmente a Furuta. Durante el tiempo que duró su secuestro, fue violada en más de quinientas ocasiones por más de cien hombres.
Furuta se convirtió en un juguete viviente. Era obligada a permanecer la mayor parte del tiempo desnuda. TenÃa que masturbarse delante de sus captores o de los hombres que ellos llevaban allÃ, para ofrecer un espectáculo mientras bebÃan cerveza y antes de que procedieran a violarla. En una ocasión, fue violada por doce hombres en un mismo dÃa.
Hiroshi y sus amigos le introducÃan toda clase de objetos en la vagina y el ano, incluidas una botella y una barra de hierro que le causo severas lesiones. Casi no le daban de comer y estaba desnutrida y deshidratada. Cuando les pidió comida y agua, la obligaron a comer cucarachas vivas y a beber su propia orina. Todo el tiempo documentaron su tortura mediante una cámara fotográfica; las imágenes servirÃan como pruebas durante el juicio.
A lo largo de su cautiverio, fue torturada todos los dÃas de formas muy diversas. Las golpizas ocurrÃan a cada momento. Los cuatro orinaban encima de ella. En una ocasión, le introdujeron un fuego pirotécnico en el ano y lo encendieron, causándole severas quemaduras.
La golpearon con palos de golf. La amarraron de pies y manos, la pusieron boca arriba y le arrojaron pesas en el estómago. La colgaron del techo y usaron su cuerpo como saco de arena para practicar el boxeo. Le azotaron la cara contra el piso de cemento. Le rompieron todos los huesos de una de las manos a pisotones. Le introdujeron tijeras y pinchos para pollo rostizado en la vagina y le causaron un desgarramiento. La metieron por horas en un congelador. Le quemaron los párpados con cera caliente. Le clavaron docenas de agujas de coser en los pechos. Un dÃa en que intentó llamar a la policÃa y fue sorprendida, la quemaron con cigarrillos en la vagina y le aplicaron la llama de encendedores en el clÃtoris como castigo. Otro dÃa que quiso escaparse, tomaron unos alicates y le amputaron el pezón izquierdo.
Según las declaraciones uno de sus secuestradores tiempo después, sus lesiones eran tan graves que "le llevaba más de una hora arrastrarse escaleras abajo para ir al baño". No podÃa respirar por la nariz, pues la tenÃa rota. Cuando llevaba más de treinta y cinco dÃas de cautiverio, estaba tan desnutrida y llena de heridas y lesiones, que ya no podÃa dominar sus esfÃnteres, ni tenerse en pie.
Cada vez que se orinaba, era castigada; en uno de los últimos dÃas, le metieron un foco caliente en la vagina, el cual se rompió adentro. Su desesperación era tanto que cuando sus compañeros se negaron a dejarla ir, ella les suplicó que "la mataran y siguieran con su vida".
Pero nada valió. El 4 de enero de 1989, la obligaron a jugar al mah-jong (un juego de tablero, parecido al solitario, donde el objetivo es eliminar piezas) con uno de ellos. Ella ganó la partida. Furiosos, los cuatro la golpearon salvajemente con una pesa de hierro. Le quemaron uno de los ojos con una vela encendida.
Después rociaron sus extremidades, tronco y rostro con combustible para encendedores y le prendieron fuego; ardió durante dos horas. Sus alaridos de dolor eran terribles y ellos se limitaron a burlarse de ella. Se le quemaron totalmente los ojos y quedó desfigurada. Cuando el fuego finalmente se consumió, los cuatro se pusieron a beber cerveza mientras observaban lo que quedaba de la chica, aún convulsionándose en el suelo. Su agonÃa duró cuatro horas más, mientras ellos seguÃan jugando al mah-jong y le gritaban burlonamente que “no exagerara”. Junko Furuta murió a causa de un shock.
El cadáver de Junko Furuta
Cuando se dieron cuenta de que estaba muerta, tomaron su cadáver, lo metieron en un bidón de metal y lo llenaron de cemento. Dejaron el tonel en Koto, Tokio. Fue encontrado poco después. La autopsia mostró las torturas a las que Furuta habÃa sido sometida y los médicos hallaron rastros del semen de más de un centenar de hombres diferentes en su ano y vagina. Su familia fue notificada de inmediato; cuando su madre se enteró, cayó desmayada. Al recuperar la conciencia, quedó totalmente destrozada psicológicamente y nunca pudo reponerse.
Un informante infiltrado en la Yakuza avisó a la policÃa quiénes eran los autores del crimen. Los cuatro jóvenes fueron arrestados y enjuiciados como adultos, pero la legislación japonesa prohibÃa la publicación de las identidades de los ofensores juveniles.
Sin embargo, sus nombres trascendieron a la prensa. Los medios realizaron una cobertura amarillista del hecho, enfocándose en la vida de Junko Furuta y replanteando la poca dureza de la legislación japonesa contra los delincuentes juveniles.
Los acusados fueron condenados por secuestro y por provocar heridas que producen una muerte. Los padres de Junko Furuta ganaron además una demanda civil contra los padres de Nobuharu, obteniendo 50,000,000.00 de yenes. Pero de poco sirvió; los cuatro fueron excarcelados poco tiempo después, dado que eran menores de edad. Actualmente, los cuatro se encuentran libres; todos cambiaron sus nombres y se establecieron en otras partes de Japón.
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